Desde que estoy aquí en Suiza, más de una noche de xerradeta nos hemos puesto melancólicos hablando de nuestra infancia (¿será que nos estamos haciendo mayores?) y qué buena que fue… Este post es para todos aquellos que nacimos en los 80 (años arriba, años abajo), para todos los que estamos trabajando para poder pagar un piso (¿he dicho piso?) de 30 m2 durante los próximos 40 años.
Nosotros no estuvimos en la Guerra Civil, no votamos la Constitución y nuestra memoria histórica comienza con las olimpiadas del 92 (parece que fue ayer que siendo un moco me fui a ver las competiciones de salto). Aunque no nacimos en una dictadura (y por los pelos nos fue, con el golpe de estado del 81), siempre hemos tenido una fuerte conciencia democrática y a pesar de eso, se nos dice que no tenemos ideales. Vimos caer el muro de Berlín y a Boris Yelsin borracho tocarle el culo a una secretaria; gritamos “OTAN no bases fuera”, sin saber muy bien qué significaba y nos enteramos de golpe un 11 de septiembre.
Somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o a matar y, a la vez, somos la primera que hemos jugado a videojuegos, hemos ido a parques de atracciones o visto dibujos animados hechos por ordenador (La Sirenita fue un bombazo). Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos (la bici nunca me llegó…), pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente y nadie se lo dice.
Se nos ha etiquetado de generación X y tuvimos que tragarnos "bodrios" como: Reality Bites, Melrose Place o Sensación de vivir (te gustaron en su momento, vuélvelas a ver, verás que chasco). Lloramos con la muerte de Chanquete, con la puta madre de Marco que no aparecía ni a la de tres, con las putadas de la Señorita Rottenmayer a Heidi . Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces. No había móviles y quedábamos a tal hora en la plaza de abajo (porque siempre había una plaza “ahí abajo”) y punto. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerras de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina (roja) y unos puntos y al día siguiente todos contentos.
Somos la generación de Espinete, Barrio Sésamo, Los mundos de Yupi y las pesetas rubias. Nos emocionamos aún hoy con Superman, ET (¡qué lagrimones…!) o En busca del Arca Perdida. Series como el "El coche fantástico", "Oliver y Benjí”, “El equipo A”, “SonGoku”…nos hacían soñar. Vimos los primeros despelotes en la televisión privada con las mamachichos.
Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos en la España de antes: nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad traseros, sin sillitas especiales y sin air-bags, veíamos como nuestros padres ponían la baca del coche hasta el culo de maletas para ir de vacaciones a Peñíscola, hacíamos viajes de más de 3h sin descanso con cinco personas en el coche y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ruedas!!! Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto. Comíamos Phosquitos, Panteras Rosas y los Tigretones eran lo mejor.
Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagio de nada. Como mucho, nos contagiábamos los piojos en el cole, cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente (o los mas afortunados con Orión) y las más drásticas, cortándonos el pelo.
Y ligábamos con l@s niñ@s jugando a beso, verdad y atrevimiento o al conejo de la suerte, no en un chat. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas. Tuvimos libertad, fracaso, respeto, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer.
¿¿Tú eres uno de ellos??